Cortar la carne en medallones delgados y luego en trozos tamaño bocado, perpendicular a las fibras naturales de la carne para tener una carne extra suave.
Marinar la carne con la salsa de soya, aceite de ajonjolí, maicena y pimienta blanca y dejar reposar el tiempo que tome preparar todo (no es necesario más tiempo).
Preparar la salsa mezclando todos los ingredientes y apartar.
En un wok o sartén amplio a fuego medio alto saltear la cebolla hasta que esté totalmente transparente.
Agregar el jengibre y ajo y saltear 2 minutos más. Retirar todo y conservar aparte en un recipiente con tapa.
En el mismo wok (sin lavar!) agregar más aceite si es necesario y saltear los hongos poco a poco a fuego alto. Es mejor saltearlos en tandas, asegurándote que se doren sin deshidratarse ni deshacerse, deben quedar con consistencia y cuerpo. Retirar y conservar junto a la mezcla de cebolla.
Repite el procedimiento con el bok choy y reserva junto al resto del salteado.
En el mismo wok a fuego alto, agregar más aceite de ajonjolí y saltear la carne en tandas, asegurándote que cada pedazo de carne esté en contacto con la superficie del wok. Esto ayudará a que la carne se fría con una corteza crujiente (gracias a la maicena) pero que no se sobrecocine. Retirar cada tanda de carne cuando llegue al término deseado y reservar con el resto del salteado.
Una vez retirada toda la carne del wok, agregar la salsa preparada y hervir a fuego medio, revolviendo hasta desglasar y espesar un poco (la salsa no debe quedar muy espesa).
Combinar la salsa con todos los ingredientes salteados y servir con cebollín picado y ajonjolí.
Disfrúta este salteado con arroz blanco aparte o mezclado con fideos asiáticos (de arroz o de huevo).